Salida/llegada: Aledo/Totana (Arco de Aledo)
Distancia: 33 km.
Desnivel +: 1.045 metros
Tiempo: 4.15 horas
Altura mínima: 630 metros
Altura máxima: 1.563 metros
Indice IBP: 92
Dificultad: No presenta más dificultad que las propias de las características del terreno.
Interés de la ruta
Esta ruta discurre por el suroeste del Parque Natural de Sierra Espuña, situado en el corazón de la Región de Murcia y a poco más de una treintena de kilómetros de la capital. Recorrido que se efectúa en una primera parte por carretera y la segunda, todo el descenso, por caminos, sendas y pistas.
Las poblaciones de Totana y Aledo; esta última declarada Bien de Interés Cultural.
Pasaremos junto al santuario de Santa Eulalia, patrona de Totana. Edificio del siglo XVI con las paredes cubiertas de pinturas que datan de 1624, y hacen alusión a la vida de la Santa. Forma parte de un encantador entorno en plena naturaleza, en el que disponemos de restaurante y hotel; otro magnifico lugar para comenzar nuestra ruta.
Junto a Aledo está el estrecho de la Arboleja, maravilla geológica que forma un cañón de más de 500 metros y estrechas paredes rebosantes de humedad.
Nos queda por mencionar, entre otros, El yacimiento arqueológico de La Bastida, uno de los más importantes de Europa de la Edad del Bronce, fundamental para conocer cultura argárica.
Crónica
La ruta comienza, como casi todas, tras la barra de un bar; en este caso el Mandola, en el Arco de Aledo. Día extraño, de un cielo inclemente e indeciso; negros nubarrones a amenazan lluvia mientras un tímido sol intenta abrirse paso entre ellos, y allí estábamos los cuatro magníficos que en una mañana como la de hoy se iban a aventurar a subir al Pedro López. Por si acaso, nos preparamos a conciencia, con método; primero un sorbo de café, después un bocado de tostada, y así hasta no dejar ni las migajas, sin prisas. Fuera, el viento sopla con fuerza, cimbrea los arboles del aparcamiento y nuestra disposición; a pesar de todo nos echamos a la calle. No sé que tiene esta afición que relativiza las dificultades, que hace que estemos pedaleando cuando a todas luces estaríamos mucho mejor y más calentítos dentro del bar.
La pendiente es positiva, pero nos cuesta entrar en calor, por la derecha nos incorporamos a la carretera que se dirige al Collado Bermejo. Pedaleamos a un ritmo sostenido, sin agobios, y a pesar del incremento de la pendiente, cada vez pedaleo más suelto.
Algunos minutos y no se cuantas vueltas de molinillo después, aparece el Morrón con su bola, que vista desde aquí parece de juguete, pero que alberga en su interior un enorme radar militar. Cuando logro entrar en calor se pone a llover, lo hace de forma liviana y su suave golpear contra el asfalto, se confunde con el zumbido monótono del motorcillo de la bici de Antonio. Tuneó su Epic y le incorporo los vatios de los que el destino le privo. Maravilla tecnológica que le permite realizar rutas que de otra forma le estarían vedadas. Yo; empiezo a mirarla con buenos ojos, a mi edad el futuro no es algo tan lejano.
Colocamos nuestras bicicletas en el mojón del vértice geodésico; hemos vencido al Pedro López. Nos cuesta hacer las fotos; tales empellones nos da el viento que tememos que todas salgan movidas. Juan pretende una foto simpática simulando "comerse la Bola", pero no lo consigo, cada vez que lo intento, o se mueve él, o me muevo yo, o los dos. Finalmente lo dejamos por imposible, demasiado frío y viento para jugar a las fotos simpáticas.
A partir de aquí comienza lo más divertido de la ruta, ayuda el camino del Pinillo con su piso descarnado convertido en un pedregal. Como me gusta la doble suspensión de mi Rush en momentos como este. Sencilla pero efectiva, se traga todo sin un mal gesto, la llevas por donde quieres sin una queja, obediente y comprensiva. Descansa; al tomar una revirada senda para acortar algunas revueltas del camino y que nos hace disminuir la velocidad. Estrecha, obliga a fajarse con la maleza en cada giro, a agacharse para librar las ramas de los pinos que te pueden hace caer, diversión en estado puro.
Recuperamos la calma al salir, de nuevo, al camino del Pinillo , junto a casa de Nueva, en un estado excelente que permite velocidades suicidas y en el que debemos estar muy atentos, para no dejar a tras la senda de que baja a la Casa Forestal de la Carrasca. Zigzagueamos por ella barranco abajo, hasta que un pino caído nos corta el paso, lo libramos entre maleza y un claro que viene en nuestra ayuda. Recuperada; nos conduce hasta un camino que nos deja en la casa de Don Blas. Tomamos aquí la vieja pista del Barranco de En medio, acotada del lado del barranco por seguros mojones de piedra; discurre entre la sierra de las Cabras que se levanta imponente a poniente y el cerro de la Garita a nuestra izquierda. Un verdadero placer deslizarse por esta recién restaurada pista, que ahora goza de una segunda juventud.
En el Purgatorio; cuatro casas y algunos almendros florecidos después, recuperamos el asfalto hasta el restaurante Mandola, no sin antes hacer una foto en la pequeña ermita de Santa Leocadia.
En el aparcamiento, sobre un pedestal, dos pacientes e indiferentes chuchos, contemplan aburridos, el ajetreo de los vehículos que llegan, vomitando pasajeros hambrientos, que a la carrera, se introducen en el local. Nosotros hacemos lo propio, pero antes, desarmamos nuestras monturas y las dejamos descansar en el maletero, que bien merecido lo tienen.
Sobre la mesa; un buen plato de embutido que vamos devorando sin prisa, entre trago y trago, sin pausa, a buen ritmo. Las conversaciones van y vienen, amenas, interesantes, de nuevos proyectos, de nuevas rutas, hasta que enmudecen al llegar el arroz. La pinta estupenda. Esperamos un poco, no mucho, para que se empape bien del jugo de las serranas. No quedo ni un grano.
Mariano Vicente a 21 de febrero de 2015.